16 ene 2012

[Oneshot] Untitled


Título: Untitled
Autor: Vi-Chan
Pareja: YooSu
Género: Slash
Extensión: Oneshot

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Estaba temblando. Ya lo habíamos discutido y prometido, sería la última vez que habría un encuentro entre los dos. Así lo querías, lo sabía.

No quería que hablaras, el tiempo era corto e insuficiente. “Bésame, tócame” susurré. No sabía porque habíamos perdido el control, todo se había vuelto vicio con sabor a amor. Así que bésame y entrégate que hoy es la última vez que ambos pecamos y contra el cielo cumpliré mi promesa, pero esa noche serías mío hasta el amanecer, aunque luego vuelvas a brazos ajenos.

Maldigo mil veces a ese ciclón de amor que me arrastra, que me lleva hacia ti, que me enseña los panales de tu miel, que me envuelve lentamente en la ilusión de tu corazón. Que me ahoga en esa dulzura de tus labios, esos que tanto adoraba besar.

Entrégate, siente lo mismo que sentiste ayer. Seca esas lágrimas que ignoro si son por mí o por ella, aunque mi corazón me traicione y obligue a mi mente a pensar que quizá esta no sea la última vez.

Tú eres como la enredadera, que se extiende por todo el terreno sin importarle nada, con tu sonrisa y tus miradas me atrapabas con sutileza, en esa red de ilusión en donde tienes aprisionado a mi pobre corazón.

Las horas rápidamente se desvanecían, el tiempo se acortaba y yo sólo le suplicaba al cielo que me dejara darte calor, que me dejara amarte en un sistema solar en donde mi sol sea tu corazón. Prometo hacerte feliz, yo sé perfectamente que no soy el mejor. También se lo que es el dolor ya que me han hecho sufrir muchas veces.

Pero una vez más la realidad me daba una fuerte sacudida, desequilibrando mi vida, esa que construí a base de sueños, sueños que se han quedado guardados en el fondo del cajón. Por más que mis ojos lloraran y mi corazón muriera lentamente desangrado, ese puente que creí haber construido sobre el abismo se volvía humo, distorsionando mi vida y empañándola de tristezas.

Me susurraste un te amo y un adiós en los labios, antes de levantarte de la cama, tomar tus cosas y salir de esa habitación de hotel sin siquiera mirar atrás. Te fuiste.

Te fuiste como aquel que algo ha robado dejándome con una injusta decepción y un corazón marchito. Te fuiste…

“…Y no vuelvas,” susurré. “Fuiste tú el que se decidió marchar. No vuelvas porque no hallarás de aquello que me sobraba y que tanto te entregué.” Me tragaba mis lágrimas mientras aún permanecía sentado en la cama, viendo la puerta cerrada de la habitación. “Ya verás como el tiempo borra todo y muy caro lo pagarás por haberte ido de ese modo. Ya sabes cómo se vive la vida y con tu partida algo más sucederá, veras que por necio y malcriado, cuando decidas volver no habrá nada.” Murmuraba con resentimiento. “Porque yo también me iré Yoochun.”
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Había pasado más de un año desde ese triste día, ese que quedó marcado profundamente en mi alma. Había jurado que lo olvidaría, pero el corazón nunca escucha a la razón así que sólo me quedaba atesorar cada uno de esos recuerdos felices que vivimos. Me pregunto si para Dios todo es un chiste, cuando me había decidido a alcanzar el cielo, este se desplomó a mis pies.

Abro la puerta del edificio y voy directamente hacia mi buzón, tomo mis cartas y me pongo rumbo a mi apartamento, escaleras arriba. Dentro de este, me quito los zapatos y lanzo las llaves en la mesa, caminando hacia el sofá dejándome caer sobre él.

Despreocupadamente veo uno a uno los sobres, facturas de luz, de agua, de gas, la tarjeta de crédito. Pero una carta llamó mi atención.

No tenía ni estampilla ni remitente, solo se podía leer “Kim Junsu” en una cursiva y desordenada letra que jamás olvidaría. Mi corazón se aceleró de repente y fue como si volviera a latir después de tanto tiempo.

Con temblorosas manos abrí cuidadosamente el sobre, como si este se fuera a deshacer con el roce de mis dedos y saqué la carta. Con una presión en el pecho fui desdoblándola lentamente y mi corazón amenazaba con salírseme por la garganta cuando comencé a leerla.

“Junsu, sé que nosotros no nos despedimos en los mejores términos la última vez que nos vimos, pero quisiera pedirte disculpas por lo sucedido. No fue nunca mi intención herirte, pero en ese entonces necesitaba alejarme de ti.

Por tu bien fue que lo hice, sé que suena trillado, pero esa es la verdad. No quería que me vieras en las condiciones en las que estoy, pero a este punto ya he mandado todo al diablo. Quiero pedirte perdón, perdón por las promesas rotas. Perdón por las noches de amargura, de soledad y tristeza. Y perdón por esta carta.

No sabía que eras tanto para mí, lo eres todo y mucho más. En este lugar las personas se vuelven nada, todo es blanco y negro sin tu brillante sonrisa y todos los días me pregunto si podría ser más estúpido.”


Aparté la carta de mi vista con los ojos nublados y el ceño fuertemente fruncido, no sabía si iba a ser capaz de terminarla de leer sin derrumbarme en el camino. Se te hizo tan fácil dejarme abandonado a mi suerte y alejarte de mí, Yoochun, para ti fue sencillo tachar nuestra historia. Sin mirar atrás dejaste que el invierno de una sombría soledad me abrazara, derrumbaste mi espacio y con el sepultaste mi amor sin siquiera una lágrima en tu adiós. Mientras yo quedé atrapado y encadenado a tu recuerdo cada día siendo esclavo de tu ausencia, dejando la tortura insoportable de un recuerdo cada mañana.

Maldición, ya me derrumbaba y no terminaba la carta.

“A los cuatro vientos quiero gritar que fui un imbécil, que aún te amo. Pero mis fuerzas no dan para tanto. Eres un ángel que se cruzó en mi camino, juvenil con mejillas sonrosadas, inocente personalidad y de castigo un rostro angelical. Eres mi milagro personal Junsu, te apareciste en mi vida cuando más te necesitaba y te pagué con abandono.

No deseo recuperar el tiempo perdido, no. El único deseo que tengo es que seas feliz, que a pesar de todo lo que pase, seas finalmente feliz. Porque no hay una sola alma en este planeta que se lo merezca más que tú, amor.

Quisiera tener más tiempo. Quisiera volver a verte feliz, verte soñar, daría lo que fuera por volver a verte sonreír. Una vez frente al mar deseé que estuvieras junto a mí, y como gaviotas volar sobre las olas en un viaje sin rumbo ni retorno. Un viaje hacia nuevas tierras, en donde el amor no conozca barreras y bajo un cielo añil entregarte todo de mí.

Pero de sueños no se vive, y ciertamente a mí no me queda mucho de eso. Junsu, si me alejé de ti, fue para evitarte un dolor mayor. Pero siendo el egoísta que soy, te digo con esta carta que te necesito ahora más que nunca.

Estoy enfermo, Junsu. Los doctores no me han dicho nada aún, pero sé que no me queda mucho tiempo, lo puedo sentir. La vida se me está escapando lentamente y lo único que quiero es verte una vez más, una última vez. Nadie se imagina lo que se siente estar solo en el silencio de esta blanca y esterilizada habitación cerrada, charlando a solas con el frío de una almohada. Recordarte, soñarte y despertar sin poder ver tu rostro. Sentir como todo se desvanece en una neblina brillante y etérea.

Por favor, una última vez, una vez más. Solo pido ver tu rostro frente a mí, el real y no la alucinación que de vez en cuando me engaña cruelmente. Por favor, tómalo como el último deseo de un alma convaleciente.

Te amo.

Yoochun.”


Mi corazón dio un vuelco y mis ojos no paraban de derramar lágrimas. Adjuntado a la carta estaba una dirección. Un hospital.

Mierda.

Me levanté de golpe, haciendo un desastre en el suelo con las cartas restantes y colocándome los zapatos apresuradamente salí corriendo. Corrí como si mi vida dependiera de eso y ciertamente lo hacía.

Entré en mi auto y pisando a fondo el acelerador llegué hasta el hospital general de Seúl en poco tiempo. Aparqué y entré a zancadas, llevándome personas por el medio mientras “lo siento” y “disculpe” salía de mi boca haciéndome paso hasta la recepción.

“Buenas tardes señor, en qué—”

“Park Yoochun.” Interrumpí apresuradamente a la enfermera y esta comenzó a buscar en la computadora con un leve fruncido.

“¿Junsu…?” Escuché que susurraron a mi derecha y volteándome me encontré con ella.
Inmediatamente mi rostro se tornó fúrico ya que la persona a la que menos deseaba ver era a la esposa de Yoochun.

“Junsu…” Repitió mi nombre, pero su voz era diferente, tenía un tono de tristeza que pronto me empezó a poner nervioso. Se acercó a mí con pasos temblorosos y pude detallar su rostro.

Lucía pálida y tenía unas muy obvias ojeras. Sus ojos estaban hinchados y de ellos más lágrimas rebeldes se escapaban. La corazonada que tuve no fue nada buena.

Súbitamente ella hizo algo que jamás en toda mi vida imaginé que haría. Se abalanzó sobre mí, abrazándome fuertemente por la cintura y enterrando su rostro en mi pecho, mientras se desplomaba en mis brazos llorando incontrolablemente.

No…

Me quedé de piedra, le devolví el abrazo únicamente para evitar que cayera y entre sollozos me decía. “Él… Yoochun... Se fue.” Se escucharon más sollozos. “Junsu...” Subió su rostro empapado y me miró a los ojos, diciéndome con ellos lo que de su boca se rehusaba a salir y sentí mis ojos arder.

“¡MALDICION! ¡MALDITO ORGULLOSO!” Grité desgarrando mi voz. “¿¡Por qué esperaste hasta el último momento!? ¡Maldita sea Yoochun!” Se me hizo un nudo en la garganta que me impidió decir nada más y mis piernas fallaron en ese instante, haciéndonos a ambos colapsar en el frío suelo del hospital.

¿¡Por qué esperó hasta el último momento para decírmelo!? ¿¡Por qué se alejó de mí cuando me necesitaba!? ¿¡Por qué tenía que ser tan imbécil y orgulloso!?

¿Por qué? ¿Por qué? ¿¡Porqué!?

“Él… en realidad te amaba Junsu,” dijo ella entre sollozos. “Siempre lo supe, ustedes… él me lo dijo todo.” Me separé de ella y la miré al rostro. Bueno intenté, ya que las lágrimas me hacían difícil el trabajo.

“Muchas veces le rogué que te llamara, y cuando perdió su voz, le rogué porque si quiera te escribiera. Pero Yoochun era demasiado terco, decía que no quería que lo recordaras así. El quería que tú lo recordaras sonriente, torpe y enamorado.”

Jamás pensé que sentiría simpatía por esa mujer, siempre la puse como la culpable de que él y yo jamás pudiéramos estar juntos, pero al parecer me equivoqué.

“Gracias por… cuidar de él, Hyejin shii” dije intentando callar mis sollozos y ella sonrió.

Sonrió con sus ojos llorosos y sus rebeldes lágrimas cayendo. “Te dejó algo, me pidió que cuando vinieras, te lo entregara.” Buscó en su bolso y sacó de este un papel.

Otra carta.

Lentamente se puso de pie, secándose el rostro con la manga de su sweater y extendiéndome una mano para ayudarme a levantar. “Gracias a ti, por amarlo como lo haces.” Me entregó el papel y dándose media vuelta, desapareció cruzando en una esquina de los tantos pasillos del lugar.
“Mañana cuando tus cabellos se vistan de blanco. Mañana cuando un viejo espejo refleje tus años. Mañana cuando todo el mundo te pueda hacer daño, tal vez te acuerdes de aquel que te quiso tanto.

Mañana cuando la vida se canse contigo, recuerda quien siempre te quiso, a tu fiel amigo y compañero. Consuélate al saber que contigo viví los mejores momentos.

Te recuerdo hoy, mi buen amor de ayer, igual que cuando te conocí, perfecto, puro y fiel. Con tus ojos dormidos soñando con la vida, dejando mis caricias juguetear con tu piel.

Te recuerdo hoy como te quise ayer, regando por la casa tu aroma, llevando nuestras vidas por el mejor sendero y guardando un te quiero para nuestra vejez.

Junsu, hermano, amor y amigo. Con estas simples frases te digo, que en la eternidad te esperaré.
Por siempre tuyo,

Yoochun.

Te amo.

2 comentarios:

  1. es el primer fic tuyo que leo y no tienes idea de lo mucho que me gusto.
    no entiendo porque nunca le podemos decir a la persona que queremos lo mucho que significa para nosotros, porque tenemos que esperar a que pase algo para hacerlo y en ocaciones ni tiempo nos da de hacerlo, como en el caso de esta linda historia.
    gracias por compartirla.
    te felicito escribes muy bien.

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  2. hermoso, llore mucho,soy una masoquista sin remedio, viva el yoosu!!!

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